En los pasados días, el presidente Néstor Kirchner ha dado una nueva muestra de lo que entiende por libertad, al impulsar a través del bloque Justicialista de la Cámara de Diputados de la Nación, un proyecto en el que si bien se le reconoce (aún) a las personas la posibilidad de oponerse, a priori, nuestros órganos y tejidos, ya no son nuestros. Son del Estado.
Esta estatización del cuerpo de los ciudadanos, daría envidia hasta al mismo Stalin. También le da el monopolio del mercado de órganos, ya que seguramente, en poco tiempo, el Estado pasará a manejar las listas de personas en espera, permitiendo así que el clientelismo se extienda a niveles jamás pensados. El estado habrá de manejar un poder que ni el más sádico, podría esperar recibir.
Seguramente, alguno saldrá a decir que esto es no ser solidario. La solidaridad es un derecho (algo que es este país, va siendo cada vez más restringido en cuanto a quienes pueden ejercerlos), que cada persona ejerce en la medida y el momento en que considera oportuno, pero si lo hace el estado, ya deja de ser solidaridad. Por que? Sencillo. Con la billetera ajena, todos somos generosos. Y que yo sepa, lo que el estado tiene, se origina en los contribuyentes y ciudadanos. Órganos incluidos.
Pero resulta que ahora, con la carga de la prueba invertida, como dicen los abogados, debemos realizar un tramite, que deduzco no sólo no será simple sino que no se contempla que la ley se ponga en vigencia transcurrido un periodo razonable para que millones de argentinos lo puedan realizar, para poder así tener alguna garantía que si ingresamos al quirófano por un menisco roto, salgamos respirando.
Nadie espera tener una primicia al decir que este gobierno avasalla los derechos individuales. Lo novedoso, es que el ministro de salud Ginés González García, quien desde el ejecutivo impulsa este proyecto e intenta tenerlo aprobado para noviembre próximo, lo hace en nombre de esos mismos derechos. Curiosa al menos su visión.
Si realmente quisiera respetar nuestros derechos, deberíamos poder contar con la posibilidad de administrar nuestros propios órganos. Hasta hoy, se ha prohibido la donación directa (salvo hijos y hermanos) y la enajenación de nuestros órganos y tejidos, bajo la excusa que dicha autorización, fomentaría el tráfico de órganos. Pero ahora el estado ha cambiado su posición al respecto, aunque pretende el monopolio del mismo. O acaso alguien piensa que no habrá corrupción en esto?
Pues bien, si el estado ha roto el paradigma de la disponibilidad de órganos, por que no darle a una persona la oportunidad de ceder uno propio, a un ser querido que tenga un lazo sanguíneo mayor del dispuesto por algún burócrata, cuando se promulgo la ley actual? O porque no darle a un padre, la oportunidad de asegurar la educación de su hijo? Alguien diría que aparecerán inescrupulosos que se aprovecharan de esto. Acaso, si una persona está en capacidad de votar, endeudarse, asumir una patria potestad, ser elegido, etc., no está en condiciones de cuidar su propio cuerpo? Porque siempre entendemos que el ciudadano es infradotado en todo aquello que le otorga mayor poder a los funcionarios?
La lista podría ser amplia, pero basta con mencionar que no podemos organizar nuestros ahorros previsionales, que pretenden que sea el estado el que defina la política de educación sexual en las escuelas, sin importar la opinión de los padres, que pretenden un presupuesto con posibilidad de modificar lo votado en el Congreso al aprobarlo, quedando en manos de un funcionario del estado las asignaciones definitivas, etc.
El derecho a la propiedad no es un derecho más. Pero si perdemos la posibilidad de ser dueños de nuestro cuerpo, habrán logrado que de derecho quede poco y de propiedad, nada.
Octubre 2004.-
Esta estatización del cuerpo de los ciudadanos, daría envidia hasta al mismo Stalin. También le da el monopolio del mercado de órganos, ya que seguramente, en poco tiempo, el Estado pasará a manejar las listas de personas en espera, permitiendo así que el clientelismo se extienda a niveles jamás pensados. El estado habrá de manejar un poder que ni el más sádico, podría esperar recibir.
Seguramente, alguno saldrá a decir que esto es no ser solidario. La solidaridad es un derecho (algo que es este país, va siendo cada vez más restringido en cuanto a quienes pueden ejercerlos), que cada persona ejerce en la medida y el momento en que considera oportuno, pero si lo hace el estado, ya deja de ser solidaridad. Por que? Sencillo. Con la billetera ajena, todos somos generosos. Y que yo sepa, lo que el estado tiene, se origina en los contribuyentes y ciudadanos. Órganos incluidos.
Pero resulta que ahora, con la carga de la prueba invertida, como dicen los abogados, debemos realizar un tramite, que deduzco no sólo no será simple sino que no se contempla que la ley se ponga en vigencia transcurrido un periodo razonable para que millones de argentinos lo puedan realizar, para poder así tener alguna garantía que si ingresamos al quirófano por un menisco roto, salgamos respirando.
Nadie espera tener una primicia al decir que este gobierno avasalla los derechos individuales. Lo novedoso, es que el ministro de salud Ginés González García, quien desde el ejecutivo impulsa este proyecto e intenta tenerlo aprobado para noviembre próximo, lo hace en nombre de esos mismos derechos. Curiosa al menos su visión.
Si realmente quisiera respetar nuestros derechos, deberíamos poder contar con la posibilidad de administrar nuestros propios órganos. Hasta hoy, se ha prohibido la donación directa (salvo hijos y hermanos) y la enajenación de nuestros órganos y tejidos, bajo la excusa que dicha autorización, fomentaría el tráfico de órganos. Pero ahora el estado ha cambiado su posición al respecto, aunque pretende el monopolio del mismo. O acaso alguien piensa que no habrá corrupción en esto?
Pues bien, si el estado ha roto el paradigma de la disponibilidad de órganos, por que no darle a una persona la oportunidad de ceder uno propio, a un ser querido que tenga un lazo sanguíneo mayor del dispuesto por algún burócrata, cuando se promulgo la ley actual? O porque no darle a un padre, la oportunidad de asegurar la educación de su hijo? Alguien diría que aparecerán inescrupulosos que se aprovecharan de esto. Acaso, si una persona está en capacidad de votar, endeudarse, asumir una patria potestad, ser elegido, etc., no está en condiciones de cuidar su propio cuerpo? Porque siempre entendemos que el ciudadano es infradotado en todo aquello que le otorga mayor poder a los funcionarios?
La lista podría ser amplia, pero basta con mencionar que no podemos organizar nuestros ahorros previsionales, que pretenden que sea el estado el que defina la política de educación sexual en las escuelas, sin importar la opinión de los padres, que pretenden un presupuesto con posibilidad de modificar lo votado en el Congreso al aprobarlo, quedando en manos de un funcionario del estado las asignaciones definitivas, etc.
El derecho a la propiedad no es un derecho más. Pero si perdemos la posibilidad de ser dueños de nuestro cuerpo, habrán logrado que de derecho quede poco y de propiedad, nada.
Octubre 2004.-
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