Cuando a comienzos de marzo pasado proyectamos una inflación para ese mes entre 1.2% y 1.5%, mientras se hablaba de 0.9% y del 12% para todo el 2005, quedamos como exagerados. A fines de ese mes, ya vimos que nuestro pronóstico más pesimista se había cumplido. Hoy, lamentablemente comenzamos a pensar en ajustar el nivel anual hacia arriba: entre 13 y 14% y algunos vuelven a decir que exageramos. Esperemos que tengan razón.
Pero hace unos días, el Banco Central (BCRA) reconoció públicamente que la meta original del 8% ya no puede ser sostenida. De manera paralela, el Ministerio de Economía comienza a decir públicamente que su meta del 10.5% también será sobrepasada y el conjunto de analistas macroeconómicos, comienza a reconocer el 12% como un numero por demás cercano. De hecho, se ha decidido la interrupción de la emisión de bonos ajustados por CER.
Lamentablemente, esta no es la peor parte de la película. El 2005 dejará un arrastre importante para el 2006. Los servicios públicos se encuentran con sus tarifas muy atrasadas. Muestra de esto es el acuerdo que ya recibió EDELAP, para un aumento del 27% de sus tarifas no residenciales. Pero mas temprano que tarde, se deberá hacer extensivo a estos últimos clientes un aumento similar si el gobierno piensa en evitar lo que CAMMESA (Cia Administradora del Mercado Mayorista) ya predijo para el 2006, en el 2004: la crisis del sector energético. Con precios bajos e inversión insuficiente por falta de rentabilidad y reglas claras, la demanda irá muy por encima de la capacidad del sector de satisfacerla con centrales de generación baratas. De esta manera el ajuste de precio vendrá por el lado de la demanda y no por un sinceramiento tarifario estructural que permita invertir para poder aumentar la oferta. Este marco de situación se repetirá no sólo para las otras dos distribuidoras de energía eléctrica, sino para todas las empresas de servicios.
De esta manera, el 2006, nos encontrará con un piso de inflación nada despreciable. A esto habrá que sumarle que dado que por inconsistencia en la política de tarifas de las empresas de servicios, muchas empresas han redireccionado su estructura energética hacia donde el gobierno le señalo como la más conveniente. Y salir de este esquema no sólo no será rápido ni sencillo (son pocas las que tiene capacidad de utilización de fuentes de energía combinada), sino que en algunos casos, puede convertir a una unidad productiva en no rentable, produciendo así no sólo un desperdicio de recursos económicos, sino aumentando el desempleo.
Con una población de más del 40% bajo la línea de pobreza y casi dos tercios de los empleados, en el mercado informal, un aumento significativo de la inflación, volverá a todos más pobres y salvo que se utilice la “trampa” del valor de la canasta de subsistencia, aumentará también la población indigente.
En medio de esto, están las elecciones, que la administración nacional pretende ganar “como sea”. Plan “Felices elecciones” por medio, el gasto aumentará considerablemente en gastos de clientelismo.
La denominada brecha de crecimiento (diferencia entre el PBI potencial y el real, que muestra la capacidad de crecimiento inmediato) se ha estrechado de manera angustiante. No sólo no hay inversiones en las empresas de servicios, sino que tampoco en el resto del mercado. No en los niveles que hoy el país lo demanda para poder crecer ya no a tasas como las del 2003 y 2004 de más del 7%, sino a aceptables 3/ 4%. Un crecimiento menor que este, haría que tardáramos un par de décadas para volver a niveles de PBI per capita similares a los de los 90’s. Alguien se lo va a tener que decir a ese más de 40% de la población que espera con ansias se cumpla el teorema de Lomas de Zamora: “Estamos condenados al éxito”. No muy distinto de la máxima pingüina: “Estamos en el infierno y si me apoyan, yo los voy a sacar”.
Alguien dirá que habrá que restringir el gasto personal exclusivamente a los bienes básicos. El problema es que más del 40% ya está en esa línea y 17%, ya no llega ni a los bienes básicos. No hay margen para seguir ajustando en las canastas familiares. Es tiempo que el estado comience a ajustar su gasto.
Más retenciones sólo harán que comience el desabastecimiento por falta de actores interesados en producir, con un estado socio en las ganancias. O mejor dicho, dueño de ellas. Un dólar alto sólo le sirve a un grupo de facinerosos (mal llamados empresarios) que a través de acuerdo con el poder político, hacen grandes negocios en el exterior pagando mano de obra barata. Sectores como el agro, los lácteos y el petróleo, se encuentran produciendo bienes y arriesgando capital para que el estado logre con impuestos distorsivos, el tan mentado superávit fiscal. Y cientos de empresas pagan sus impuestos a las ganancias, sobre utilidades ficticias. Millones de trabajadores carecen de cobertura médica y social y en el futuro no tendrán jubilación o está estará muy por debajo de los niveles salariales que percibieron, retrasando así su paso al sector pasivo y limitando el reciclaje normal que toda sociedad debe realizar para permitir a sus jóvenes ingresar al mercado laboral.
Parafraseando un conocido mensaje propagandístico: Kircher lo hizo.
Julio 30 de 2005.-
Pero hace unos días, el Banco Central (BCRA) reconoció públicamente que la meta original del 8% ya no puede ser sostenida. De manera paralela, el Ministerio de Economía comienza a decir públicamente que su meta del 10.5% también será sobrepasada y el conjunto de analistas macroeconómicos, comienza a reconocer el 12% como un numero por demás cercano. De hecho, se ha decidido la interrupción de la emisión de bonos ajustados por CER.
Lamentablemente, esta no es la peor parte de la película. El 2005 dejará un arrastre importante para el 2006. Los servicios públicos se encuentran con sus tarifas muy atrasadas. Muestra de esto es el acuerdo que ya recibió EDELAP, para un aumento del 27% de sus tarifas no residenciales. Pero mas temprano que tarde, se deberá hacer extensivo a estos últimos clientes un aumento similar si el gobierno piensa en evitar lo que CAMMESA (Cia Administradora del Mercado Mayorista) ya predijo para el 2006, en el 2004: la crisis del sector energético. Con precios bajos e inversión insuficiente por falta de rentabilidad y reglas claras, la demanda irá muy por encima de la capacidad del sector de satisfacerla con centrales de generación baratas. De esta manera el ajuste de precio vendrá por el lado de la demanda y no por un sinceramiento tarifario estructural que permita invertir para poder aumentar la oferta. Este marco de situación se repetirá no sólo para las otras dos distribuidoras de energía eléctrica, sino para todas las empresas de servicios.
De esta manera, el 2006, nos encontrará con un piso de inflación nada despreciable. A esto habrá que sumarle que dado que por inconsistencia en la política de tarifas de las empresas de servicios, muchas empresas han redireccionado su estructura energética hacia donde el gobierno le señalo como la más conveniente. Y salir de este esquema no sólo no será rápido ni sencillo (son pocas las que tiene capacidad de utilización de fuentes de energía combinada), sino que en algunos casos, puede convertir a una unidad productiva en no rentable, produciendo así no sólo un desperdicio de recursos económicos, sino aumentando el desempleo.
Con una población de más del 40% bajo la línea de pobreza y casi dos tercios de los empleados, en el mercado informal, un aumento significativo de la inflación, volverá a todos más pobres y salvo que se utilice la “trampa” del valor de la canasta de subsistencia, aumentará también la población indigente.
En medio de esto, están las elecciones, que la administración nacional pretende ganar “como sea”. Plan “Felices elecciones” por medio, el gasto aumentará considerablemente en gastos de clientelismo.
La denominada brecha de crecimiento (diferencia entre el PBI potencial y el real, que muestra la capacidad de crecimiento inmediato) se ha estrechado de manera angustiante. No sólo no hay inversiones en las empresas de servicios, sino que tampoco en el resto del mercado. No en los niveles que hoy el país lo demanda para poder crecer ya no a tasas como las del 2003 y 2004 de más del 7%, sino a aceptables 3/ 4%. Un crecimiento menor que este, haría que tardáramos un par de décadas para volver a niveles de PBI per capita similares a los de los 90’s. Alguien se lo va a tener que decir a ese más de 40% de la población que espera con ansias se cumpla el teorema de Lomas de Zamora: “Estamos condenados al éxito”. No muy distinto de la máxima pingüina: “Estamos en el infierno y si me apoyan, yo los voy a sacar”.
Alguien dirá que habrá que restringir el gasto personal exclusivamente a los bienes básicos. El problema es que más del 40% ya está en esa línea y 17%, ya no llega ni a los bienes básicos. No hay margen para seguir ajustando en las canastas familiares. Es tiempo que el estado comience a ajustar su gasto.
Más retenciones sólo harán que comience el desabastecimiento por falta de actores interesados en producir, con un estado socio en las ganancias. O mejor dicho, dueño de ellas. Un dólar alto sólo le sirve a un grupo de facinerosos (mal llamados empresarios) que a través de acuerdo con el poder político, hacen grandes negocios en el exterior pagando mano de obra barata. Sectores como el agro, los lácteos y el petróleo, se encuentran produciendo bienes y arriesgando capital para que el estado logre con impuestos distorsivos, el tan mentado superávit fiscal. Y cientos de empresas pagan sus impuestos a las ganancias, sobre utilidades ficticias. Millones de trabajadores carecen de cobertura médica y social y en el futuro no tendrán jubilación o está estará muy por debajo de los niveles salariales que percibieron, retrasando así su paso al sector pasivo y limitando el reciclaje normal que toda sociedad debe realizar para permitir a sus jóvenes ingresar al mercado laboral.
Parafraseando un conocido mensaje propagandístico: Kircher lo hizo.
Julio 30 de 2005.-
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