martes, 3 de julio de 2007

La fragilidad de los números

La antigua máxima dice que “Existen tres tipos de mentiras, que en orden creciente son, las pequeñas, las grandes y las estadísticas”.


La mentira pequeña.

Cuando a mediados de 2005, algunos comenzamos a agitar la bandera de la crisis energética, el comentario descalificador que se utilizó fue el de “noventistas”. Durante todo aquel año y gran parte del presente, fue común escuchar al secretario de Energía, al ministro de Planificación e incluso al propio Presidente, afirmar que la crisis no existía. Que no habría cortes. Incluso, se llegó a desmentir que se estuviese siquiera hablando en el gobierno, de la oportunidad de cambiar el huso horario, como alternativa para aliviar la sobre exigencia al sistema energético. Su sola mención hubiese sido una forma de reconocer la crisis.

Cuando el sistema llegaba a su pico de demanda en Julio del 2006, se comenzaba a negociar la provisión futura de gas con Bolivia. Era la otra cara de la moneda. El nefasto sistema de castigos, retenciones y congelamiento de tarifas, mostró cuan ineficaz había sido. Precios excesivamente bajos alentaban la demanda y a su vez, desalentaban las inversiones necesarias para aumentar la oferta.

El final del camino muestra, que el problema ya no es sólo el del precio del gas o de la energía eléctrica, coincidiendo ortodoxos y heterodoxos, que el principal freno al crecimiento futuro, es la falta de certeza respecto de la disponibilidad de energía.

Entonces, hizo su aparición lo que el en futuro alguien identificará como el “nuevo” monumento a la corrupción: Enarsa. Contra toda ley de la economía, comprará caro lo que luego deberá vender barato. Con el agravante, que si se utilizara la mitad de los fondos que se van a “revolear” para subsidiar la producción local, no sólo estaríamos en condiciones de satisfacer totalmente la demanda, sino que se podrían generar divisas por exportación.

Claro que de esta manera finalmente le han encontrado un sentido a la empresa de energía estatal. Aunque le vaya a salir carísimo a los contribuyentes y no solo en impuestos, sino en costo de oportunidad.


El riesgo país: la mentira grande.

En los últimos días hemos leído en los diarios que el riesgo país se encuentra en su mínimo histórico. Si cuando el riesgo subía eso significaba que la situación empeoraba, análogamente ahora deberíamos considerar que estamos cumpliendo nuestra condena al éxito.

Allá por el 2001, todos seguíamos el desarrollo de este indicador, como el partido Argentina Alemania en el último mundial. Y nadie recordaba muy bien que es lo media. Ahora, son menos los que recuerdan su significado.

Hagamos un pequeño ejercicio de memoria. Para empezar el riesgo país, mide la tasa de retorno adicional que se considera razonable esperar en su repago, respecto de la tasa de las Letras de la Tesorería Americana. Dicho de otra forma. Considerando que la tasa de largo americana es una tasa casi sin riesgo respecto del repago (nadie espera un default de los Estados Unidos), el valor expresado en el índice, estaría diciendo cuanto en términos de una tasa de interés, es necesario cargar a un bono soberano (emitido por un país), para compensar el riesgo del eventual no pago, en el futuro.

¿Pero que cual es la base de medición? Aquellos bonos soberanos cotizando en dólares y fuera del país. O sea, la deuda pública que no se encuentra en default. Recordemos que son más de U$S 24.000 los que aun están en esa situación y representando cerca de un 20% del total de la deuda. Aunque la administración K no lo anote ni en las servilletas.

En segundo lugar, sólo mide la deuda denominada en moneda extranjera. Si hacemos un poco de memoria, veremos que 32% de la deuda fue renegociada en pesos, de manera de evitar que las modificaciones violentas y abruptas en el tipo de cambio – léase, devaluación - pudiera producir efectos negativos en las cuentas públicas. Claro que el entonces ministro Lavagna, no creía en el crecimiento y “premió” a los acreedores con cupones atados al PIB. Además de alentar la inflación, mientras ajustaba estos bonos por el CER. Con solo leer los titulares de los diarios económicos, cualquier no iniciado se habrá de dar cuenta el desastre que se ha cometido. Pero ese análisis no es el tema de hoy.

Y sin importar la moneda en que se denomine la deuda, aquellos bonos que sean emitidos bajo la jurisdicción argentina, tampoco serán alcanzados por el índice. De esta forma más de la mitad de la deuda pública argentina, no es analizada a los efectos de la construcción de riesgo país y por ende, cualquiera que sea el número que hoy pretendan hacernos creer, salvo que se haga un correcto análisis técnico, estaremos comparando peras con manzanas.


Presupuesto 2007: Otra mentira grande

Se acaba de aprobar en el Senado de la Nación el presupuesto para el 2007 y tal como mencionáramos semanas atrás, cuando nos ocupamos de su contenido, más allá de los poderes delegados en el Ejecutivo, lo que hace apenas anecdótico la asignación aprobada de los gastos, las variables macroeconómicas estimadas son un dibujo de preescolar.

Sin entrar en detalle, la subestimación de crecimiento, inflación y tipo de cambio (y su correspondencia en la recaudación), han dejado una masa de dinero estimada (por los más conservadores) en unos $15.000. En lo personal considero que el número será mucho mayor, incluso por encima de los $20.000 millones. Pero en este punto, esta discusión es secundaria.

El estado (nacional y provinciales) nos manda a los “perros” para recaudar, pero no da nada a cambio. Por mucho menos, se iniciaron revoluciones que cambiaron para siempre al mundo (la revolución Gloriosa, la Francesa, la Americana, etc.) pero los argentinos seguimos buscando la forma de ser parte de la piñata en lugar de buscar una mejor calidad institucional.


Costo de vida vs. IPC: las estadísticas

El sargento Moreno está desesperado. Se le está escapando la tortuga y por ahora al único que ha logrado engañar es a su jefe: el presidente.

Pero la ama de casa con menos conocimientos de economía que haya en nuestro país, ya ha declarado el duelo por el plan de congelamiento de precios.

En realidad Moreno pretende llevarse puesto ahora al Indec y para eso intenta a partir de Enero del 2007, salir con un índice paralelo para medir los precios.

Empecemos por entender que el Costo de Vida no es necesariamente el famoso IPC (Índice de Precios al Consumidor). De hecho podría ocurrir que con un IPC de 0%, por cuestiones estacionales el Costo de Vida aumente o disminuya. Por otro lado el IPC mide “ciertos” precios en “ciertos” lugares. Veamos: En el caso del transporte público sólo se mide el boleto mínimo de colectivo en la Ciudad de Buenos Aires. Por ende, si aumenta el valor de pasaje en cualquier otra provincia (o el del boleto mayor al mínimo en la Ciudad), no veríamos cambio alguno en el IPC. Claro que el costo de vida de miles de argentinos se vería modificado.

Otro caso común es el de los artículos que se censan exclusivamente en grandes conglomerados. En el resto del país, los precios se manejan de forma totalmente libre. Pero dado que las bocas de distribución son las mismas, trasladan los menores ingresos por precios controlados en grandes ciudades a las que están fuera del censo. Así llegamos al ridículo caso en que las ciudades o pueblos más pequeños subsidian a los más grandes. Esto es la redistribución de la riqueza al mejor estilo Hood Robin. Ay, las estadísticas . . . . .


Conclusiones

La verdad es que podríamos seguir mencionando casos en los que la manipulación numérica es alarmante y bajo el esfuerzo propagandístico Goebbeliano, la gente empieza a repetir mentiras de las que finalmente, algo quedará.

Otro dicho, común entre los economistas es que “Si uno sabe torturar bien los números, estos dirán lo que uno quiera”. Esa es la fragilidad de los números. Y los verdugos, están por doquier.


Diciembre 19, 2006.-

Publicado en Fundación ATLAS 1853 (www.atlas.org.ar)

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