La prensa complaciente y condicionada por la publicidad oficial, no deja de hablar sobre el Milagro Fiscal en la Argentina de K. Según uno de los principales diarios nacionales, “..la recaudación impositiva pegó un salto tal que ahora se ubica en el nivel más alto de la serie histórica. Y el gasto público primario, es uno de los mas bajos.” (sic) Según el mismo columnista, esto nos lleva a tener un superávit record mundial del 6%.
La primera lectura que podemos hacer de esto es que sólo nos queda sentarnos y resignarnos a nuestro destino: Estamos condenados al éxito. Sugiero ponernos de pie y rápido.
Desmenucemos la idea para ver si es tan así. Definitivamente, la recaudación pegó un gran salto después de la crisis que vivimos en los últimos años. Ahora, su ubicación de la cima de la serie se da básicamente debido al peso de los impuestos distorsivos que la componen (retenciones y débitos bancarios) y la base de cálculo para su recaudación. Con casi 160% de inflación (157.8%) desde principios del 2002 los mínimos no imponibles tanto en Bienes Personales como en Ganancias siguen siendo nominalmente los mismos. De esta forma una porción mucho más importante de la sociedad hoy debe pagar impuestos. Tanto personas físicas como jurídicas. En el caso especial de estos últimos, la exuberante voracidad fiscal, ha redundado en la merma de utilidades o desaparición lisa y llana de estas, por lo que en el mejor de los casos, la miopía oficial las ha obligado a contratar personal de manera informal, pero en la mayoría de los casos, las empresas o bien han expulsado mano de obra o directamente han tenido que cerrar, con los consiguientes costos sociales que esto implica. Como contracara, esa inflación tiene impacto en el aumento de precios que constituye la base de un impuesto como el IVA, afectando de manera totalmente regresiva al consumo, y de esta manera, teniendo un impacto mucho mayor en los hogares con menores ingresos.
Dicen luego que el gasto primario es uno de los más bajos. Pues bien, la separación entre los gastos por intereses de deuda devengados y el resto es muy útil a los efectos del análisis del gasto por tipo. Pero le aseguro que TODO es gasto. Y los intereses de la deuda, son consecuencia de gasto realizado cuando no se tenían los recursos suficientes. Sin entrar a analizar si el mismo fue bien o mal utilizado, dado que el Estado tiene continuidad jurídica, esos intereses implicaron gasto anterior y a los efectos de reconocer una situación superavitaria o no, deben ser computados.
Alguien dirá que hace la separación (entre gasto y el gasto primario) de manera de poder mostrar que si no fuera por la deuda que viene de “arrastre” hoy habría superávit fiscal. Pues bien, resulta que esa fue la excusa para implementar los impuestos distorsivos, de forma que si dicha deuda no existiera, o aún más, si tan sólo fuera menor, no habría sustento para esta recaudación extraordinaria.
Pero no olvidemos, que aunque cerramos un proceso de default (Bah!, habrá que ver que sucede en las próximas semanas) en el que hemos impuesto una fuerte quita a tres cuartas partes de la deuda impaga, de culminarse este proceso de manera exitosa, terminaremos con una deuda pública nominalmente en dólares americanos, similar a la que teníamos de manera previa a la devaluación. Claro, con un tipo de cambio de 3 a 1, la relación de esa deuda respecto del PBI, es el triple. Por lo que esta administración no puede alegar “herencia recibida”.
Finalmente, es importante recordar, que un gasto público bajo en un contexto en el que no se ha realizado reforma estructural alguna, implica que se han ajustado para abajo los salarios del Sector Público. Si realmente creemos que en vez de la Reforma al Estado, se pueden ajustar las cuentas, vía la africanización de los salarios, entonces además habría que preguntar que significa “progresismo”. Claro que la inflación no sólo erosionó los salarios del Sector Público, sino los de todos los asalariados.
Por eso, sugiero que cuando hablemos de la situación fiscal y salvo que se esté realizando el correspondiente análisis por tipo de gasto, nos acostumbremos a ver el resultado fiscal de manera íntegra. No importa el origen de las deudas al momento de pagar. Hay que pagarlas.
Mayo de 2005.-
La primera lectura que podemos hacer de esto es que sólo nos queda sentarnos y resignarnos a nuestro destino: Estamos condenados al éxito. Sugiero ponernos de pie y rápido.
Desmenucemos la idea para ver si es tan así. Definitivamente, la recaudación pegó un gran salto después de la crisis que vivimos en los últimos años. Ahora, su ubicación de la cima de la serie se da básicamente debido al peso de los impuestos distorsivos que la componen (retenciones y débitos bancarios) y la base de cálculo para su recaudación. Con casi 160% de inflación (157.8%) desde principios del 2002 los mínimos no imponibles tanto en Bienes Personales como en Ganancias siguen siendo nominalmente los mismos. De esta forma una porción mucho más importante de la sociedad hoy debe pagar impuestos. Tanto personas físicas como jurídicas. En el caso especial de estos últimos, la exuberante voracidad fiscal, ha redundado en la merma de utilidades o desaparición lisa y llana de estas, por lo que en el mejor de los casos, la miopía oficial las ha obligado a contratar personal de manera informal, pero en la mayoría de los casos, las empresas o bien han expulsado mano de obra o directamente han tenido que cerrar, con los consiguientes costos sociales que esto implica. Como contracara, esa inflación tiene impacto en el aumento de precios que constituye la base de un impuesto como el IVA, afectando de manera totalmente regresiva al consumo, y de esta manera, teniendo un impacto mucho mayor en los hogares con menores ingresos.
Dicen luego que el gasto primario es uno de los más bajos. Pues bien, la separación entre los gastos por intereses de deuda devengados y el resto es muy útil a los efectos del análisis del gasto por tipo. Pero le aseguro que TODO es gasto. Y los intereses de la deuda, son consecuencia de gasto realizado cuando no se tenían los recursos suficientes. Sin entrar a analizar si el mismo fue bien o mal utilizado, dado que el Estado tiene continuidad jurídica, esos intereses implicaron gasto anterior y a los efectos de reconocer una situación superavitaria o no, deben ser computados.
Alguien dirá que hace la separación (entre gasto y el gasto primario) de manera de poder mostrar que si no fuera por la deuda que viene de “arrastre” hoy habría superávit fiscal. Pues bien, resulta que esa fue la excusa para implementar los impuestos distorsivos, de forma que si dicha deuda no existiera, o aún más, si tan sólo fuera menor, no habría sustento para esta recaudación extraordinaria.
Pero no olvidemos, que aunque cerramos un proceso de default (Bah!, habrá que ver que sucede en las próximas semanas) en el que hemos impuesto una fuerte quita a tres cuartas partes de la deuda impaga, de culminarse este proceso de manera exitosa, terminaremos con una deuda pública nominalmente en dólares americanos, similar a la que teníamos de manera previa a la devaluación. Claro, con un tipo de cambio de 3 a 1, la relación de esa deuda respecto del PBI, es el triple. Por lo que esta administración no puede alegar “herencia recibida”.
Finalmente, es importante recordar, que un gasto público bajo en un contexto en el que no se ha realizado reforma estructural alguna, implica que se han ajustado para abajo los salarios del Sector Público. Si realmente creemos que en vez de la Reforma al Estado, se pueden ajustar las cuentas, vía la africanización de los salarios, entonces además habría que preguntar que significa “progresismo”. Claro que la inflación no sólo erosionó los salarios del Sector Público, sino los de todos los asalariados.
Por eso, sugiero que cuando hablemos de la situación fiscal y salvo que se esté realizando el correspondiente análisis por tipo de gasto, nos acostumbremos a ver el resultado fiscal de manera íntegra. No importa el origen de las deudas al momento de pagar. Hay que pagarlas.
Mayo de 2005.-
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